Reseña de los lectores del quinto episodio de la segunda temporada de La Casa del Dragón. Ya tuvimos nuestro análisis en profundidad Del libro a la pantalla, el directo Anillos y Dragones y las impresiones de un No Lector. Hoy nuestra amiga Cristina Arias, enamorada de la saga que conoce muy bien Fuego y Sangre da sus impresiones como lectora del infravalorado Regente.

La Casa del Dragón 2×05 – Regente

Por Cristina Arias

“Ochocientos caballeros, escuderos y hombres corrientes perdieron la vida aquel día asimismo. Un centenar pereció poco después, cuando el príncipe Aemond y ser Criston Cole tomaron Reposo del Grajo y aniquilaron a la guarnición. La cabeza de lord Staunton se envió a Desembarco del Rey y acabó clavada sobre la Puerta Vieja, pero fue otra cabeza la que dejó mudas de asombro a las multitudes humildes a su paso por la ciudad, transportada en una carreta: la de la dragona Meleys”. 

Gobernar no resulta una tarea fácil, y mucho menos en pleno conflicto sucesorio con dragones de por medio. Este último episodio de La casa del Dragón resulta un buen ejemplo de ello.

Tras los sucesos del capítulo anterior, veremos que los personajes van a tomar distintas decisiones que nos ayudan a ahondar en su propio arco argumental. En primer lugar, Rhaenyra y lord Corlys se sienten abatidos, culpables; pero ninguno de los dos puede permitirse llorar.

En Fuego y Sangre ambos tienen un enfrentamiento:

“Cuando en Rocadragón se supo de la caída de la princesa Rhaenys, se produjo un enconado cruce de palabras entre la reina y lord Velaryon, quien la acusó de la muerte de su esposa. <<Tendrías que haber sido tú-gritó la Serpiente Marina a su alteza-. Staunton apeló a tu ayuda, pero dejaste que fuera mi mujer quien rewpondiera y prohibiste a tus hijos unirse a ella.>> 

Sin embargo, en la serie Rhaenyra debe salir adelante y toma una de sus mejores bazas: Baela es enviada a Marcaderiva para pedirle a su abuelo que sea Mano de la Reina. En un primer momento, el Señor de las Mareas rechazará el trato, pero no por rencor, sino por pura pesadumbre. Sin embargo, su nieta, que se define a sí misma como “sangre y fuego” en lugar de “sal y mar”, da a lord Corlys el ejemplo que necesita para que este acabe aceptando la petición y sea el consejero principal de Rhaenyra.

A lo largo del episodio, veremos a la reina un tanto frustrada sin saber bien qué camino tomar, puesto que sus propios consejeros la reprenden y no le permiten dar órdenes concernientes a lo militar. La inacción no puede ser ya una respuesta, y vemos a los jóvenes de la familia tomando cartas en el asunto.

Rhaena ha partido al Valle para negociar con los huevos de dragón. En el libro, se especifica que fue Joffrey el enviado a instancias de su hermano Jacaerys para protegerlo, pero la serie deja que sea Rhaena quien vaya desarrollando esa parte de la trama, quizá a la espera de tener su propio dragón.

El propio Jacaerys, por su parte, se desplaza a Los Gemelos y consigue paso franco para la llegada de los Lobos del Invierno (sospecho que este paso será un momento álgido de la serie) y un ejército más para la causa de su madre.

¿Y Daemon? En Rocadragón todo son conjeturas sobre qué estará pasando en Harrenhal. Rhaenyra envía a ser Alfred para ver si consigue enterarse de la situación y, sobre todo, disipar las sospechas sobre si el príncipe está buscando un ejército para la reina o para sí mismo.

Fuego y Sangre había dejado a Daemon triunfante y reuniendo tropas en Harrenhal que serán de gran ayuda tiempo después. Sin embargo, la serie decide ir por otro derrotero y nos presenta los sueños freudianos de Daemon y sus conversaciones con Alys Ríos.

En realidad, el príncipe desea ser “Mi rey”, sin el “consorte”, y entrar en Desembarco con su reina para gobernar no con ella, sino a través de ella. Su conflicto interior, sin embargo, supone más un lastre que un impulso a sus planes, y termina metiendo la pata cuando los Blackwood cometen auténticas atrocidades contra los Bracken amparadas por el estandarte de los Targaryen.

Mientras la actitud de Daemon no cambie, la anticipación que se nos muestra en el diálogo con Alys se me antoja la mar de interesante: ¿Realmente Aemond es peor o son ambos más parecidos de lo que pensamos en realidad? Veremos cómo reacciona la bruja cuando se conozcan.

Mientras los Negros mueven ficha, Desembarco del Rey vive su propia crisis. Aegon ha llegado malherido y Fuegosolar parecería que ha muerto. Según Fuego y Sangre

“No se permitía que nadie perturbara su descanso, a excepción de su madre, la reina viuda, y su Mano, ser Criston Cole. Helaena, su esposa, no hizo ni un intento, tan sumida estaba en su propio dolor y su locura”. 

En la serie, lady Alicent sufre un varapalo tras otro. Por un lado, su hijo primogénito podría morir, por otro, no tarda en darse cuenta de que Aemond ha tenido algo que ver con el accidente de Aegon. Ser Criston, fiel a su estilo una vez más, responde sin responder y ello no hace sino generar más dudas a la reina viuda. En el consejo, incluso ser Larys y ser Criston votan a favor de que Aemond sea el regente en contra de la candidatura de su madre.

<<Ahora te corresponde gobernar el reino hasta que tu hermano tenga fuerzas para volver a ceñirse la corona >>”, le dijo ser Criston Cole al príncipe Aemond. No necesitó repetírselo, asegura Eustace. Así fue como Aemond el Tuerto, el Matasangre, se hizo con la corona de hierro y rubíes de Aegon el Conquistador. <<Me queda mejor que a él>>, proclamó; sin embargo, no se hizo llamar rey, sino que asumió el título de Protector del Reino y príncipe regente. Ser Criston Cole continuó siendo Mano del Rey”.

Así pues, y tras una breve discusión con su amante protector, Alicent vuelve a estar relegada al papel de cuidadora de enfermos, cosa que no puede soportar, puesto que no es capaz de estar el suficiente tiempo en la estancia para escuchar la llamada de su propio hijo.

Aemond, sin embargo, está pletórico, y lleva el peso del poder con soltura. Comienza a tomar decisiones sin problema e incluso la serie nos regala ese plano melodramático hasta el extremo del regente mirando el Trono de Hierro rodeado por los rayos de la tormenta. He aquí otra sutil pero importante diferencia; Healena no es la incapacitada de la novela y sabe perfectamente lo que su hermano le ha hecho a Aegon. Ella no tiene ningún miramiento en acercarse a él y confrontarle.

Como ya comenté en el capítulo anterior, la supuesta victoria de Aemond no tiene pinta de abrir ante su bando un sendero de rosas. Como muy bien advierte Mysaria a Rhaenyra, el pueblo ve el desfile de la cabeza de Meleys como un mal presagio.

Hugh Martillo y su familia vuelven a ser la voz del descontento de la plebe y, coincidiendo con la novela,

“Miles de personas abandonaron la ciudad después de verla [la cabeza de Meleys], hasta que la reina viuda Alicent ordenó cerrar y trabar las puertas”.

En la serie, es el propio Aemond quien ordena cerrar la ciudad y, además, mandaquitar los cadáveres de los cazarratas que son el signo más directo del pésimo gobierno de su hermano. La “victoria extraña” que señala ser Gwayne Hightower es mucho peor que eso, pero los Verdes aún no lo saben.

Abundando en la idea que comentaba más arriba, los Negros han decidido que no es prudente seguir estando quietos y han comenzado a jugar sus cartas. En final del episodio nos deja dos de esas cartas para las siguientes entregas.

Por un lado, Mysaria quiere aprovechar el descontento del pueblo de Desembarco del Rey y que ello contribuya a que la figura de Rhaenyra sea más aceptada. Por otro, Jacaerys pone sobre la mesa la idea brillante que, según Fuego y Sangre, procede del bufón Champiñón, y que dice:

“<<Tres son más que dos […], pero cuatro son más que tres y seis son más que cuatro>>”. 

En efecto, los Negros ya no tienen dragones suficientes para hacer frente a Vhagar o, por mejor decir, tienen dragones pero no jinetes. Al fin, las semillas van a comenzar a florecer y tiene pinta de que nos van a dar momentos más que interesantes en los próximos episodios.

“Rocadragón estaba sembrado de semillas y descendientes de semillas”.

Y Rhaenyra, cuya familia ya tiene negociaciones y planes en marcha, se pone manos a la obra. “Es una locura”, dice. Y lo bien que nos lo vamos a pasar con ella.

¡Hasta pronto!