Es el momento de otra reseña del tercer episodio de la segunda temporada de La Casa del Dragón. Ya tuvimos nuestro análisis en profundidad Del libro a la pantalla, el directo Anillos y Dragones y las impresiones de un No Lector. Nuestra amiga Cristina Arias, enamorada de la saga que conoce muy bien Fuego y Sangre da sus impresiones como lectora del potente tercer episodio, El Molino Ardiente.

La Casa del Dragón 2×03 – El Molino Ardiente

Por Cristina Arias

Antes de comenzar con la reseña en sí misma, ¿os habéis fijado en el detalle del tapiz que crece y va mostrando momentos clave de los capítulos anteriores? Me ha parecido fascinante y quería comentarlo como introducción que habla de la introducción. 

Ahora sí, pasemos al episodio. 

“En las Tierras de los Ríos, jinetes del Árbol de los Cuervos que enarbolaban estandartes de Rhaenyra se adentraron en le territorio de la casa Bracken e incendiaron las cosechas, espantaron el ganado, saquearon las aldeas y expoliaron cuantos septos encontraron a su paso, porque los Blackwood eran una de las últimas casas adoradoras de los antiguos dioses que quedaban al sur del Cuello”.

“Cuando los Bracken reunieron un fuerte contingente para responder al ataque, Lord Samwell Blackwood los sorprendió en su avance y calló sobre ellos en el momento en que acampaban junto a un molino a la orilla del río. En el combate que siguió prendieron fuego al molino, y la luz roja de las llamas bañó el escenario de lucha y muerte durante horas. Ser Amos Bracken, que encabezaba la hueste del Seto de Piedra, ensartó a lord Blackwood en combate singular, pero pereció cuando una flecha de madera de arciano le penetró la ranura del yelmo y se le clavó profundamente en el cráneo. Se dice que el proyectil lo disparó Alysanne, la hermana de lord Samwell, a la que luego se conocería como Aly la Negra, que por entonces contaba dieciséis años, aunque no hay modo de saber si es cierto o tan solo una leyenda familiar. 

Alys Blackwood en la batalla del Molino Ardiente, por Ertac Altinoz

“Ambos bandos sufrieron muchas otras pérdidas dolorosas en lo que pasó a conocerse como la batalla del Molino Ardiente. Al final, los Bracken se dispersaron y huyeron a sus tierras comandados por ser Raylon Ríos, el hermano bastardo de ser Amos; pero se encontraron con que el Seto de Piedra había caído. Una gran hueste formada por los hombres de los Darry, los Roote, los Piper y los Frey, con el príncipe Daemon a la cabeza montado en Caraxes, se había apoderado del castillo aprovechando la ausencia de tan considerable parte de las fuerzas de la casa Bracken. [… ] Con la casa Bracken quebrada y vencida, los últimos partidarios ribereños del rey Aegon perdieron las agallas y depusieron las espadas”. 

Únicamente estos párrafos dan cuenta en Fuego y Sangre de lo que fue la batalla del Molino Ardiente, hecho que da título al episodio de esta semana y que supone un punto de inflexión en la guerra que está a punto de comenzar.  

En La Casa del Dragón, este tercer episodio comienza con una discusión de un grupo de jóvenes Blackwood y otro de muchachos Bracken por los mojones de unas lindes. Más adelante se aclarará que esta situación, tan poco épica, es una metáfora perfecta de lo que ocurre con las guerras: llega un momento en el que nadie recuerda por qué comenzaron, pero el odio se enquista y solo genera destrucción.  

Con una elegante transición, pasamos de una discusión entre chicos nobles a un campo de batalla con el molino hecho cenizas y una multitud de cadáveres esparcidos por el suelo. Motivos nimios y odios ancestrales desembocan en la muerte.  

Como hemos visto en la extensa cita inicial, esta batalla se sitúa después de la toma de Harrenhal por Daemon y Caraxes. En el libro, serán las dos victorias en el Molino Ardiente y el Seto de Piedra las que inclinarán la balanza de las Tierras de los Ríos a favor de Rhaenyra y provocarán la destitución de Otto Hightower, motivada por el miedo que esta situación imbuye en el joven rey Aegon: 

“[…] las derrotas del Molino Ardiente y el Seto de Piedra, motivaron que el rey se diera cuenta de que su situación era más peligrosa de lo que creía. Su temor se agravó cuando volvieron los cuervos del Dominio, donde los verdes se creían más fuertes: […] otros señores del Sur se declaraban a favor de Rhaenyra, entre ellos lord Costayne de las Tres Torres, lord Mullendore de Tierras Altas, lord Tarly de Colina Cuerno, lord Rowan de Sotodeoro y lord Grimm del Escudo Gris”

Sin embargo, La Casa del Dragón va por otro derrotero temporal y, aunque nos muestra muchas veces los mismos sucesos que aparecen en el libro, toma su propio camino a la hora de entrelazarlos y darles su significado. En el caso que nos ocupa, esta batalla supone para Aegon la excusa perfecta para lanzarse hacia su ansiada guerra, con el apoyo de su nueva Mano, ser Criston Cole, y el de su hermano Aemond.

La reina Alicent, por su parte, intenta evitar comenzar una guerra devastadora. Sin embargo, privada de la presencia de su padre, y con ser Criston más centrado en decirle al rey lo que quiere oír, la reina viuda se encuentra sin apoyos. Por lo que respecta a los verdes, la guerra es ya imparable y deben prepararse cuanto antes. Ser Criston acudirá de avanzadilla con un ejército para presentar batalla en las Tierras de los Ríos. Aemond, por su parte, permanecerá con Vhagar en Desembarco del Rey para proteger la ciudad y Aegon acompañará a ser Criston y los suyos con Fuegosolar.  

Mientras tanto, en Rocadragón, parte de la familia real asiste al entierro de los gemelos Cargyll. Rhaenys deja caer que semejante plan de bombero torero no ha podido ser orquestado por ser Otto, y apunta a Aegon influenciado quizá por alguien más. Los consejeros de Rhaenyra instan a la reina a dar el primer paso y lanzar a sus dragones contra el enemigo para no perder una baza de victoria.

Pero la soberana se niega aún a ser quien dé el primer paso. No quiere ser la causante de la pérdida del legado de su padre, ni de desunir el reino según el sueño de Aegon I, y así lo expresa : “No hay guerra peor para los dioses que una guerra entre parientes, ni una más sangrienta que una guerra entre dragones”. Uno de los ejes temáticos de este episodio es precisamente ese.  

Mención especial merece Rhaenys a lo largo de todo el episodio. En el libro siempre me ha parecido un personaje noble y épico como pocos. Su deseo de continuar el legado tanto Targaryen como Velarion a través de la estabilidad del reino, más propia del ejemplo de Jaehaerys que del Conquistador, deja clara su grandeza.
Cada vez tengo más claro que es muy probable que su final sea como el de los libros, puesto que un personaje que es capaz de comprender el lugar que ocupa en la corte y aun así resultar relevante e incluso imprescindible en todo momento, no merece menos que un final a la altura de su estela.
En este episodio Rhaenys se confirma como uno de los personajes más prometedores de la serie. Por su parte, su diálogo con Corlys anticipa el camino separado que la guerra impondrá al matrimonio.

A pesar de sus buenas intenciones, Rhaenyra no es tonta, y sabe que necesita protección. Obviamente, rehúsa la sugerencia de algunos de sus consejeros a abandonar Rocadragón, pero entiende que sus hijos sí deben marcharse por su propia seguridad, y encomendará a Rhaena la misión de llevarlos a Pentos y protegerlos. 

Con el séquito de los jóvenes príncipes, Rhaena lleva también cuatro huevos de dragón. No hay duda, el destino de los Targaryen está en sus manos y una misión que a priori le parecía insulsa y casi un castigo, se torna para ella en un asunto de gran importancia.  

Volviendo a Desembarco del Rey, vemos que ser Criston no va a liderar sus tropas por pura pasión hacia la causa de los verdes. Los nuevos guardias reales son amigotes del rey Aegon y no le guardan ningún tipo de respeto, la reina Alicent no está muy contenta que digamos con el plan maestro y brillante que había pergeñado en el capítulo anterior.

Para colmo de males, no marchará solo con sus hombres, sino que lo acompaña ser Gwayne Hightower, hermano de Alicent, quien, ya desde el inicio, le tira un par de indirectas a nuestro arribista favorito para recordarle que está ocupando el puesto de otro, por decirlo suavemente. Antes de partir, la nueva Mano le pide a la reina viuda “vuestro favor”, y esta le entrega un pañuelo.

No sé por qué, pero no me fío en absoluto de que este personaje lleve una prenda tan íntima y con bordados de la reina Alicent. El tiempo dirá si mi presentimiento es acertado. Así que, como diría Aegon: “A la guerra, pues”. 

Y eso que al final Aegon no termina de cumplir con su palabra. Mientras se está probando la armadura ni más ni menos que de Aegon El Conquistador rodeado por los cantamañanas de sus amigos, ser Larys entra en la estancia para persuadirle de que no se mueva de la Fortaleza Roja. Finalmente, el rey accede y decide irse de juerga con sus nuevos soldados.

Desde luego, a Aegon no le hacen falta sardinas para beber agua, pero lo que sí es importante es que nombra a Larys el Patizambo consejero de los Rumores. Por fin este intrigante personaje tendrá mucho más peso en la corte. ¿Allanará esto su camino hacia la sufrida Alicent? Veremos. 

Y si de Alicent se trata, y si de sufrimientos y arrepentimientos vamos a hablar, es buen momento para comentar la escena en la que la reina habla con su hija Helaena sobre cómo está pasando su duelo por el pequeño Jaehaerys. Haelena, con esa capacidad de ver la realidad desde otro prisma, reflexiona sobre el poder igualador de la muerte y concluye los intentos de su madre con un clarísimo “te perdono”. No sabemos si Alicent se perdonará a sí misma aún, pero parece que esto la alivia un poco. 

Hay un curioso plano secuencia en este episodio que nos lleva a conocer a Ulf el Blanco. Un tipo con cierto carisma que se conoce a todos los parroquianos de la taberna de turno y que no duda en ir contando por ahí que es un bastardo Targaryen si le convidan a unos vinos. Justo cuando está explicando que es hermanastro de Viserys y Daemon, aparece Aegon con el Comando Cuñado invitando a una ronda a toda la parroquia.

Hemos visto muy poquito de Ulf, y parece que siente más aprecio por el bando negro que por el verde. Lo único claro es que ya llevamos cuatro semillas y no sabemos cuándo va a eclosionar ese melón en forma de huevo de dragón. En lugar de darnos algún detalle más sobre el personaje, la cámara sigue al Comando Cuñado hasta un prostíbulo en el que tenemos escenas de todo tipo.

Aegon está buscando a la Madame del burdel para que desvirgue a un escudero. Un par de escenas eróticas de fondo y una felación en primera línea de fuego después, la encuentra abrazando a su hermano en uno de esos episodios que pondrían a Freud en el rincón de pensar. Aemond, desnudo frontal incluido, abandona el lugar dignamente —y disimulando como puede— después de escuchar las burlas del zoquete de su hermano, el rey.  

Mientras tanto, comprobamos que ser Criston puede resultar odioso en todo momento, pero es diestro en el tema de la vida militar. Recordemos que Rhaenyra lo escogió como protector precisamente porque tenía experiencia en combate, no como otros petimetres que solo habían participado en torneos. Ser Gwayne dice que él no duerme al raso sobre el frío y duro suelo y que se va a una taberna.

Cuando el lord Comandante intenta razonar con él, son detectados por Baela, que está inspeccionando la zona montada en Bailarina Lunar. La escena no tiene desperdicio. Los caballeros cabalgan que se las pelan hacia el bosque, el dragón cae en picado… Finalmente, todo queda en un “¡Uyyyyy!” de los que solo se gritan ante el fallo de un penalty en la Eurocopa, pero el susto que se han llevado Ser Criston y el pijales de ser Wayne ha merecido la pena. 

La joven Baela parte hacia Rocadragón con esta valiosa información. A pesar de que todo el consejo está de los nervios, Rhaenyra aún tiene un cartucho que gastar antes de dar la peor de las órdenes. 

Pero antes de eso, pasemos un momento por Harrenhal a ver qué tal le va a Daemon a su llegada al castillo maldito. 

El aterrizaje de Caraxes y las escenas en las que Daemon va espada en ristre por los recovecos del castillo me han parecido cine de terror del bueno. En el silencio, una voz parece llamarle por su nombre. En un momento dado, el príncipe da con un salón vigilado por un soldado al que despacha con un buen espadazo, y rinde el castillo sin dificultades. Lord Simon Strong es ahora el castellano de Harrenhal.

Un hombre más bien práctico que pone al día al impetuoso príncipe de la oposición que puede tener entre los señores de la zona. También deja clara su posición, más que a favor de Rhaenyra, en contra de Aegon o, por mejor decir, de ser Larys, sobre quien recaen todas las sospechas del último incendio que acabó con la descendencia de la familia. Daemon, pues, será huésped en Harrenhal y comenzará a buscar apoyos para la causa de su esposa. 

La escena nocturna me hizo dudar de si seguíamos en Harrenhal o en el castillo de Drácula. Ese momento impagable de las puertas atrancadas siendo empujadas que parecen sacadas de The Haunting inicia un ciclo de dos visiones del príncipe Daemon. En la primera, se ve su arrepentimiento por haber metido a Rhaenyra en un buen lío con la muerte de Jaehaerys, en la segunda, aparece una mujer a quien hemos visto levemente en el salón de los Strong, que le dice: “Morirás aquí”. 

Este personaje no es otro que Alys Ríos. Me preguntaba yo en la reseña anterior si sabríamos algo de ella, y ahora tengo la respuesta. No tengo claro por dónde llevará la serie su personaje, puesto que en Fuego y Sangre se la describe de la siguiente forma: 

“¿Quién era esta mujer? […] De lo que podemos estar seguros es de que Alys Ríos tenía al menos cuarenta años durante la Danza de los Dragones […]. Todos coinciden en que aparentaba ser más joven, pero si era una simple coincidencia o si se debía a su práctica de las artes oscuras sigue siendo motivo de debate. Fueran cuales fuesen sus poderes, parece ser que Daemon Targaryen era inmune a ellos, pues prácticamente no existen crónicas sobre esta supuesta hechicera durante el tiempo que el príncipe ocupó Harrenhal”.

Alys Ríos por Hylora

Sí sabemos que Alys tendrá un papel relevante tiempo después, asociada a un personaje cuya compañía le va como anillo al dedo. Teniendo en cuenta todo ello, se me ocurre que, o bien Alys no tiene demasiados vínculos con Daemon, o que quizá no haya Ortigas en el camino y Alys suponga un motivo más para aumentar el rencor entre Daemon y su sobrino-no-favorito. La verdad es que este tema me ha generado mucha intriga. 

Y ahora sí, encaminemos nuestros pasos hasta el final del capítulo. Como he dicho más arriba, Rhaenyra aún tiene un cartucho que quemar antes de que la guerra arrase con todo. En un momento dado del episodio, Mysaria y la reina tienen una conversación en las murallas de Rocadragón.

Al parecer, Mysaria sí alertó a la guardia de que ser Arryk Cargyl se estaba infiltrando en la fortaleza. Rhaenyra le debe la vida y, como pago, Mysaria pide formar parte de su corte. Una vez que la Reina Negra ha visto partir a su progenie, decide leer un mensaje que la reina Alicent le había enviado hacía tiempo y que no quiso abrir por el dolor y rencor que sentía.  

Rhaenyra reconoce un deseo de evitar la guerra por parte de su antigua amiga y le pide a Mysaria que le facilite un modo de que ambas puedan encontrarse cara a cara. La mujer alude al anterior viaje de Daemon en una barquichuela y vuelve a demostrar que Desembarco del Rey a veces tiene menos seguridad que el castillo de Playmobil.  

En un crossover que nadie vio venir, George R. R. Martin se fusiona con Ibáñez y he aquí que Rhaenyra-Mortadelo y su caballero-Filemón se cuelan por la ciudad disfrazados de religiosos para llegar al Septo de Baelor. Una vez dentro, la conversación entre las dos examigas tiene un poco de todo. No me parece tan horrible como opinan algunos, pero tampoco creo que se trate de un momento brillante. Por fin se desface el entuerto de la confusión de Aegons, pero eso no va a servir de nada.

Alicent sabe que hay múltiples intereses en su bando para dar comienzo a la guerra, está sola y rodeada de gente que solo quiere ver Poniente arder. Por otra parte, tiene mucha confianza en la victoria, así que se marcha dejando claro que es tarde y que ya no hay nada que hacer.

La mirada de Rhaenryra lo dice todo. Ha hecho lo que ha podido, pero ya no hay vuelta atrás. Y mientras la Reina Negra llora sobre las velas del septo, la reina verde se va con un remordimiento más en la mochila, aunque no tengo claro cuánto le durará el pesar esta vez. 

¿Veremos esta escena representada en el tapiz del capítulo cuatro? 

¡Hasta pronto!