Mandatory Credit: Photo by Jose Mendez/Epa/REX/Shutterstock (8462326b) Us Writer George R R Martin Attends a Press Conference During the 30th Edition of the Guadalajara International Book Fair (fil) in Guadalajara Mexico 02 December 2016 Mexico Guadalajara Mexico Literature - Dec 2016 US writer George R.R. Martin attends a press conference during the 30th edition of the Guadalajara International Book Fair (FIL), in Guadalajara, Mexico, 02 December 2016.

El año pasado salía a la venta el segundo libro oficial de cocina de Juego de Tronos. Si lo traemos hoy a la palestra es por unas palabras muy interesantes de George R.R. Martin en el prólogo del libro. En él, en un texto que es todo un ensayo, defendía que en su obra, por importar más el viaje que el destino (un saludo a Brandon Sanderson), la comida debe ser tan «excesivamente gratuita» como el sexo.

El prólogo del segundo libro oficial de cocina de Juego de Tronos fue escrito por George R.R. Martin y aparecía recogido por Polygon. Y unas palabras sobre el mismo, que constituyen realmente un ensayo, nos parecieron especialmente interesantes.

Hay mucha comida en mis novelas. Todo, desde festines de comida con setenta y siete platos al corazón de caballo que Daenerys devora como si fuera un animal. Demasiada comida, algunos críticos se quejan. La palabras que le gusta vomitar es «gratuita».

No pedida, innecesaria, sencillamente demasiada. Mis gordísimas novelas no serían tan grandes y gordas si cortara los festines gratuitos, la violencia gratuita, la heráldica gratuita, y por supuesto el sexo gratuito, que es con frecuencia la mayor queja. A esos críticos os digo, «pfui, paso.»

Cuando se usa en el contexto de crítica literaria, gratuito significa «más de lo que querría» o «no avanza la trama». Y sabes, con frecuencia es cierto. ¿Era necesario explicar que ese caballero menor que acaba de entrar en las listas porta siete puercoespines dorados en un campo de verde oscuro? ¿En esa escena sexual, no podría haber hecho que fueran a la cama y saltar a la mañana siguiente? ¿Y en los festines, oh, los festines, no importaba solamente lo que los personajes decían, y no el pato laqueado que comían mientras hablaban?

Bueno, no. No para mí.

No es el destino lo que me importa, sino el viaje. He sido un lector voraz desde que puedo recordar. Un lector de ficción, específicamente. La ficción no va a de ir del punto A al B tan rápido como sea posible. Puede educar, pero no es algo que de corazón pretenda educar. Para ello, la no ficción es infinitamente superior. La ficción trata de emoción. El corazón, no la cabeza. La ficción nos da experiencias vicarias. Nos lleva más allá de nosotros mismos y el mundo a nuestro alrededor.

Un lector vive mil vidas antes de morir, dije una vez. El hombre que nunca lee solo vive una. Crecí en los suburbios de Bayona, en Nueva Jersey. Nuestra familia era pobre y trabajadora. Ni teníamos un coche. No íbamos a ningún lado. Pero tenía libros. Libros que me llevaban a París y Londres, a Barsoom, Trantor y la Tierra Media. Bailé en las fiestas de Gatsby, subí al Everest y al Monte del Destino. Amé y perdí, amé y gané, besé un millar de doncellas y e hice un millar de cosas mejores que las que podría haber hecho.

Por supuesto, no hice nada de estas cosas, no en realidad. Solo leí sobre ellas. Las experiencias que tenemos en los libros no se pueden comparar con las experiencias de la vida real. La vida real es más intensa…cuando la vivimos. Cuando estamos inmersos en el momento, cuando todos nuestros sentidos funcionan. Sí, ciertamente.

Después de ello, al día siguiente, al año siguiente, la década siguiente, las percepciones pueden cambiar. Tenía doce o trece años cuando pasé por las Minas de Moria con Gandalf y la Compañía del Anillo, pero aún recuerdo esa experiencia vívidamente. Una experiencia que nunca tuve. Pero no puedo decirte en qué cuarto estaba, qué día era, si estaba en la cama o una mesa, si era invierno o verano, quién era mi profesor ese año. Era Moria lo que recordaba, y Moria me dio forma.

Martin y Tolkien

Nada amo más que abrir un nuevo libro y caer a través de sus páginas. Los cuentos que más amo son totalmente inmersivos. Es lo que aspiro a ofrecer a mis propios lectores también. Quiero que vean los colores de las capas de los caballeros en el torneo. Quiero que escuchen el choque del metal cuando las espadas se cruzan, que oigan los gritos desgarrados de hombres muriendo en el campo de batalla. Si se canta una canción, quiero que escuchen las palabras, que tenga un sentido del ritmo, que recuerden los atardeceres, que intuyan luciérnagas al atardecer, que sientan el calor del fuego del dragón. Quiero que vivan mi historia, no solo la lean. Cuando se sienten en mi mesa, quiero que saboreen la comida.

Nada es gratuito, como yo veo. Es parte de la experiencia. Si la trama es todo lo que te preocupa, puedes ver el resumen en una décima parte del tiempo.

Yo me quedo con las novelas: cuanto más ricas y más inmersivas, mejor.

Y para cerrar el ensayo, y sabiendo que Brandon Sanderson («Viaje antes que destino», pero sin sexo en su obra) está desde hoy – como nosotros en Los Siete Reinos, que acudimos cada año desde 2018 ininterrumpidamente – en este Festival Celsius de Avilés, os dejamos con nuestra charla sobre su mundo.