Continuamos la segunda mitad del ensayo que comenzamos la semana pasada. Después del tratar el recorrido de Juego de Tronos el año pasado en el especial Valar Morghulis y este año, celebrando los 10 años desde el estreno de su episodio piloto, el Aniversario de Hierro queríamos ofrecer otra visión. Se trata de un estudio crítico de la evolución de su narrativa. Y es obra de nuestro amigo Jorge Vallejo García.
Juego de Tronos: análisis sobre narrativa y decadencia (2ª parte)
Por Jorge Vallejo García
La problemática del desarrollo
Observando los números, se puede ver fácilmente que la producción de la serie ha significado un punto de inflexión en la forma de hacer televisión. El presupuesto de cada temporada ha sobrepasado al de la anterior, pasando de gastar 9,3 millones de dólares a 32,8 millones en la séptima temporada. Con estos datos en la mano, se aprecia un gasto sin precedentes en el medio, pudiendo llevar al engaño de que habiendo solventado el tema económico la producción sería un camino de rosas.
Esta subida presupuestaria a lo largo de los años se debe más bien a la necesidad, como el propio Martin analiza tras la primera temporada y que Benioff respalda como propio productor de la serie. La exposición de este hecho responde a uno de los puntos más criticados de Juego de Tronos con respecto a su evolución.
Mientras que las primeras temporadas enganchan al espectador mediante oscuros diálogos cargados de simbolismo e intriga, conforme la serie avanza, esta complejidad cae en oposición a la espectacularidad de las siguientes temporadas. Estos dos factores no son estrictamente incompatibles, pero existe una correlación negativa entre la proximidad a la fuente original y su narrativa con respecto a la inversión en CGI.
Durante la primera temporada se observan soluciones sutiles y elegantes para rellenar los huecos narrativos que no pudieron realizar con tan bajo presupuesto. Son ejemplos la escena de Cersei y Robert analizando su fracasado matrimonio o la elipsis de la batalla del Forca Verde, en la que sí participa en las novelas.
El paso del tiempo y la manera de tratar el texto ha hecho de Juego de Tronos una marca, activando un proceso de inversión-beneficio que ha hecho de la serie la gallina de los huevos de oro de HBO. Un proceso que a la par que permitía poder financiar batallas y escenarios dignos del mejor cine, desvió la atención previamente dada al guion y al detalle cuidado.
En consecuencia, la inteligencia y actitud propuesta en un inicio parece diluirse conforme avanza, desapareciendo casi por completo en las temporadas 7 y 8. En términos narrativos, la separación entre adaptación y fuente sufre su primer revés con la aparición de la trama dorniense en la quinta temporada, un sucedáneo de lo acontecido en las novelas que sirve como antecedente para los eventos que la siguen en las siguientes temporadas.
La sexta temporada, en la necesidad de simplificar y reducir el número de arcos existentes, consigue igualar el efectismo narrativo de las mejores temporadas de la serie, alcanzando en sus dos últimos episodios la lista de mejor valorados en IMDb. Posiblemente al lograr su objetivo mediante un uso coherente de todo lo plantado en anteriores temporadas y dejando al espectador con la sensación de que todavía quedaba mucho por ofrecer.
Sin embargo, las conveniencias de guion y las inconsistencias comienzan a plagar la trama, haciendo resaltar la falta de cuidado y detalle que había caracterizado a la serie hasta el momento – una falta de cuidado que ya se había visto en la trama dorniense –. Este hecho va más allá de olvidarse de un caballo de un capítulo para otro destrozando el simbolismo de este o un vaso de Starbucks o una botella en el set mientras se graba.
Desde la perspectiva narrativa de la construcción del personaje, el ritmo de algunos arcos parece obliterado, destrozado o llevado a la mayor inutilidad para la trama, dado que sus motivaciones y cometidos se ven desdibujados por completo. Desarrollos como los de Jaime Lannister o Jon Nieve se ven cortados en seco, echando por tierra su minuciosa construcción durante ocho temporadas.
Como Tufekci describe posteriormente, las herramientas psicológicas que conectaron a la audiencia con Juego de Tronos se pierden con el mal uso de los personajes. En cambio, el guion optó por giros de guion inesperados que, por inesperados que sean – como la muerte del Rey de la Noche o la locura de la Daenerys Targaryen que se nos había presentado – traicionaron todo lo que había sido la serie.
En el primer caso, uno acaba preguntándose para qué resucitó Jon Nieve si al final no juega ninguna parte en el cometido que se le impone desde la quinta temporada. En el segundo caso, vemos una situación incluso más flagrante.
El capítulo que sirve de bisagra entre las dos tramas “eje” de la historia (la trama mágica y la trama política), nos muestra directamente las intenciones de los showrunners con Daenerys. Si bien es cierto que las pautas para el final de los principales personajes las dio George R.R. Martin, las diferencias entre las novelas y la serie en cuanto a su desarrollo intentan adaptarse en un solo episodio.
El capítulo cuarto de la última temporada, ‘Los últimos Stark’, tiene como máxima desprender a la Daenerys de la serie de la humanidad y los preceptos morales que la habían caracterizado para dar cierto sentido a su comportamiento en los capítulos finales. Quizás en los libros hemos sido avisados de este final ya desde su primer capítulo, pero la falta de matices en la adaptación al discurso televisivo hace que un personaje movido por las ansias de conquista mediante la liberación de los oprimidos por sus enemigos se mueva meramente por el odio irracional hacia todo.
En un solo episodio, Benioff y Weiss transforman en un nuevo personaje a alguien que ha evolucionado paso a paso con el espectador durante casi una década. Y esto no es exclusivo de Daenerys, sino que parece extenderse a la mayor parte de personajes, que actúan como meros personajes planos que chocan con el concepto que hizo de Juego de Tronos el fenómeno del momento
La problemática en sí no es la creación de eventos, sino la falta o poca calidad de los antecedentes para que estos se den. Martin siempre ha comentado la importancia de las acciones de sus personajes y sus consecuencias; son los errores de sus personajes los que los llevan a la muerte.
Cada asesinato en Canción de Hielo y Fuego nos muestra una razón detrás de todo. Esto incluso parece diluirse en los eventos de Juego de Tronos tras superar el punto actual de las novelas, durante la sexta temporada.
Antes de esto, son momentos como la muerte de Jon Nieve en los que vemos que su proximidad con los salvajes significa una amenaza para gran parte de la Guardia de la Noche, que solo ven en su asesinato una salida. Incluso Olly, el protegido de Jon, se siente traicionado y asesta la última puñalada al que defendió a los asesinos de sus padres, lo que, como en tantos otros momentos nos transmite que no hay casualidad en este tipo de eventos
Lo que la audiencia tuvo en las dos últimas temporadas, sin embargo, fue producto de la necesidad de reducir el número de tramas a dos y justificar la espectacularidad en estas sin una construcción real del contexto, totalmente despegados de la fuente y por tanto, sin la elaboración que realmente conllevaría. El trabajo excelso en dirección, ambientación y banda sonora acaba carcomido por un guion que no hace justicia a lo que la serie realmente es, la gran revolución de la televisión moderna.
Conclusiones
Es innegable el legado que deja Juego de Tronos en la historia de la televisión y en la manera de comprender este medio. Ha establecido un patrón para el futuro de la pantalla que ya podemos apreciar en proyectos actuales de la pequeña pantalla. Sin embargo, la evolución en la historia de esta adaptación sigue dejando una división amplia.
La épica, calidad visual y producción homóloga al cine se contrapone al descenso en términos de trama y narrativa de los personajes, algo que ha afectado frontalmente a la visión contemporánea de lo que realmente ha significado la serie. Aún así, no podemos establecer el resultado de Juego de Tronos como un fracaso.
Debemos tener siempre presente lo que esta serie ha conseguido, transformar lo intencionalmente inadaptable en el gran fenómeno televisivo en el que se ha convertido. Y de esta manera, acercar la obra de George R.R. Martin al gran público.
Quizás siempre quede la pregunta del “qué podría haber sido y nunca fue”, aunque también puede que hallemos la respuesta en House of the Dragon. Mientras tanto, podemos disfrutar del legado que Juego de Tronos ha dejado para este medio.