Hemos hablado largo y tendido en Los Siete Reinos de Juego de Tronos después de su final. Le dedicamos el año pasado el especial Valar Morghulis y este año, celebrando los 10 años desde el estreno de su episodio piloto, el Aniversario de Hierro. En esta ocasión presentamos un ensayo que nos ofrece otra visión: un estudio crítico de la evolución de su narrativa. Y es obra de nuestro amigo Jorge Vallejo García.

Juego de Tronos: análisis sobre narrativa y decadencia (1ª parte)

Por Jorge Vallejo García

La serie de fantasía medieval Juego de Tronos se ha postulado como una revolución en la forma en la que este formato se entiende hoy día en términos de guion, dirección, presupuesto y lenguaje discursivo, enganchando a la audiencia a un fenómeno de proporciones sin precedentes.

Durante la última década, la adaptación televisiva de Canción de Hielo y Fuego, saga que volvió a poner el género fantástico en las listas de más vendidos, ha dominado la pequeña pantalla, con 47 premios Emmy entre sus primeras siete temporadas a las que se sumaron otras 12 estatuillas en la última edición de los galardones. Esto podría ser signo de un acuerdo existente entre una fiel audiencia y la crítica.

A lo largo de este ensayo se dará una visión del éxito de Juego de Tronos y su impacto en la cultura pop, buscando responder a si la última temporada de una de las series más premiadas de la historia fracasó en alcanzar las expectativas depositadas por unos fans acostumbrados a la excelencia.

Para ello, se tratarán varias dimensiones, comprendiendo desde la fórmula desarrollada por HBO implementada en la serie hasta el estudio de su propio discurso interno y la repercusión de este en distintos baremos y reconocimientos del medio, para dar respuesta al intercambio de poderes entre la narrativa visual y argumental.

El modelo HBO en Juego de Tronos

Casi dos años tras el ‘grand finale’ de la serie, todavía se discute sobre la calidad del final de Juego de Tronos y si este respondió a las expectativas, encontrando una clara división entre HBO y los fans. Sin embargo, antes de entrar a analizar en profundidad el asunto, es importante establecer algo de retrospectiva a cómo la serie alcanzó tan altas cotas de fama desde las primeras temporadas.

El modelo de HBO con respecto a la producción televisiva no es nada nuevo, ya que series como Los Soprano o The Wire ya habían sentado precedente en la nueva forma de hacer drama en la pequeña pantalla a comienzos de siglo. Estas transformaron una trama directa y agradable con el espectador en un terreno árido y completamente mundano que aún así mantenía en vilo a la audiencia.

En vez de tratar al espectador como un mero receptor al que hay que desgranar la historia, el tratamiento de HBO del texto opta por un giro singular a la base del propio argumento. Ott define esto como «borrar la línea entre texto y contexto». La cuestión del “por qué” aparece tras la revisión de un género que en definitiva dirige la trama no hacia, sino por los eventos internos y externos de la historia; esto es, generando un mundo orgánico alrededor de los personajes, pero ajeno a los mismos; que les afecta, pero no es afectado.

Por tanto, tramas sobreexplotadas como el “poli persigue a caco” cambia su perspectiva para enfatizar las razones por las que un grupo de chavales de los suburbios de Baltimore arriesgan lo poco que tienen – si no obligados por ello – para traficar. No es un concepto de calidad en sí, sino una búsqueda de cómo conectar con la vida diaria de estos personajes ficticios, humanizados al atisbar algo de su vida personal y su comportamiento más allá de su objetivo principal como partícipe de una historia.

La discusión aquí, sin embargo, tiene poco que ver con cómo conectar con la audiencia, sino más bien con la fórmula de HBO y su apuesta por la calidad. El punto reside en cómo su visión de este último concepto ha terminado por traer el cine a la televisión. Cavell, apunta Laugier, comenta sobre la dimensión pedagógica de la televisión como vehículo para cambiar perspectivas y educar.

La fuerza del código que Juego de Tronos ha introducido en la cultura popular es, siguiendo esta consigna, la mejor manera para enganchar a la audiencia. En la primera temporada, el espectador se sumerge en un mundo pseudo-medieval de legados extintos, familias de rancio abolengo luchando por el poder, no con la espada como cabría esperar, sino con la palabra y de una magia que vuelve a nacer.

El pasado de los personajes no es una excusa para introducir nuevas narrativas, sino un permanente determinante de sus acciones que los acompaña en cada episodio. Por sí misma, y con lo comentado hasta el momento, Juego de Tronos podría parecernos una serie con pretensiones. El propio autor ideó la historia para ser intraducible al medio e incluso el episodio piloto tuvo que ser regrabado dados los diversos problemas que surgieron a partir de esta traducción discursiva.

A pesar de todo esto, es con la muerte de Ned Stark al final de la primera temporada cuando toda percepción de la serie como otro producto más estalla. Con el presunto protagonista fuera de juego, la trama pasa a ser objeto de una reformulación que siempre estuvo ahí, con las semillas de un escritor jardinero bien trasvasadas al medio televisivo.

El punto cumbre alcanzado posteriormente en la tercera temporada con la Boda Roja hace alcanzar por primera vez a la serie una puntuación de 9.9 en IMDb lo que abre la puerta para la etapa más gloriosa de la adaptación, en cuanto a niveles de audiencia y la participación de la misma como agente activo en la repercusión mediática de la misma. Estos datos deben ser analizados con cuidado, sin embargo, dada la subjetividad de un espectador de gustos siempre cambiantes.

Eso sí, durante la historia de la serie, esta ha alcanzado cuatro veces esta puntuación, algo inaudito hasta la fecha. El shock que provocó el ya mencionado 3×09 en el público sobrepasó con creces el final de la primera temporada, sentando precedente para el resto de la serie. Nadie estaba a salvo, ricos o pobres, protagonistas o secundarios, todos estaban atados a las consecuencias de sus acciones; al menos hasta la sexta temporada. Laugier revela varias características para la continuidad a tan alto nivel, comenzando con la “atmósfera moral”.

Hasta la división maniqueísta de ideales – de vivos contra muertos – que surge en la quinta temporada y absorbe la trama en la séptima, Juego de Tronos se había caracterizado por las diluidas fronteras morales que no se guían por el bien o el mal, sino por las creencias de cada personaje.

En consecuencia, es posible encontrar un estrecho lazo entre cómo piensan estos personajes y cómo lo haría una persona real incluso con el gran salto que supone el contexto fantástico que los envuelve. La moral del espectador, en definitiva, puede moldear de distintas formas la visión de los personajes y acercar a unos en detrimento de otros en la misma escala de grises.

La recodificación de Juego de Tronos

La propuesta de conceptos tan realistas dentro de un mundo de fantasía pseudo-medieval puede ser la quintaesencia que provoque esta conexión con la gran audiencia. Juego de Tronos consiguió incluso como adaptación cuestionar el actual contexto socio-cultural. Gran parte de el contenido narrativo de la serie, sobre todo en sus primeras temporadas, se debe obviamente a George R.R. Martin, escritor de las novelas adaptadas. Como de costumbre, esta traducción de un discurso narrativo a otro implica distintos factores a tener en cuenta.

Cualquier adaptación de este tipo, laberíntica y llena de subcódigos, conlleva una mutación en la narrativa hacia un texto sintetizado con un código distinto al inicial. Aún así, HBO parecía haber encontrado en Canción de Hielo y Fuego un discurso perfecto para con las características de la productora.

La diversificación y representación de distintos colectivos, así como el cuidado, respeto y relevancia de las escenas sexuales, denominado sexposition, que daba sentido y realismo a escenas que no buscaban mostrar carne porque sí, sino que se introducían en la trama de manera orgánica y razonada, con diálogos que aportaban información a la misma.

Se ha discutido largo y tendido sobre cómo el uso de los personajes femeninos, desde una perspectiva contemporánea, generan un choque de ideas entre las escenas sexuales o de desnudo como una mecánica para vender y la vital importancia en la trama que empodera a personajes como Cersei, Daenerys, Margaery Tyrell o Sansa y Arya Stark. No hablamos del uso de estas para generar trama mediante la problemática que puedan generar, salvo quizás en el caso de Cersei en la última temporada.

Hablamos de cómo estos personajes están planteados para tomar aquello que les fue arrebatado o se les niega por el mero hecho de ser mujeres y de cómo lo hacen mediante técnicas que rehúyen los mitos de la femme fatale que traen de cabeza al hombre mediante su sexualidad. Cada una de ellas, tanto en los libros como en la serie evolucionan y aprenden lecciones de sus errores que permiten dar volumen a estos personajes como pocos en televisión.

Cómo el propio Martin ha comentado en diversas entrevistas: «básicamente pienso que las mujeres son personas». Una frase sencilla, pero que se pone en relevancia ante la constante necesidad de tener que comentar esto de los personajes femeninos y no de los masculinos al comparar este texto con otros similares.

Martin, Benioff y Weiss

En palabras de los showrunners, D. Benioff y D. Weiss, los intereses comunes de G.R.R. Martin y HBO son los que han permitido que la serie exista y haya crecido como la ha hecho, manteniendo la firma del autor y, en consecuencia, la esencia de los que Juego de Tronos y Canción de Hielo y Fuego significan para el mundo de la fantasía medieval.

El problema surge en la separación de fuente y adaptación, la cuál se comienza a avistar conforme avanza la trama y G.R.R. Martin va perdiendo voz en la toma de decisiones. La complejidad de la trama, la gran cantidad de personajes principales y secundarios, lugares y lenguas exóticas, así como culturas hace completamente comprensible la necesidad de simplificar la historia para que fuese adaptable al medio, teniendo en cuenta los recursos accesibles a una producción televisiva.

Aún así, el cambio de visión con respecto al trato que se da a la fuente es lo que ha generado el gran desencanto en una audiencia que no ha podido ver un final a la altura de las expectativas para la adaptación.

La semana que viene abordaremos la segunda mitad de este gran ensayo.