Continuamos esta serie de ensayos sobre inspiraciones literarias de George R.R. Martin que son obra de la periodista colombiana Juliana VargasSi la semana pasada hablamos de Cersei Lannister, hoy toca su hermano y quién parece ser su interés romántico: Brienne de Tarth, a la manera de las clásicas historias de amor cortés medieval.

Inspiraciones literarias de Canción de Hielo y Fuego (III): El amor cortés entre Jaime y Brienne.

jaime brienne y el oso
Jaime, Brienne y el Oso, por Magali Villeneuve

Ensayo obra de Juliana Vargas 

En los cuentos de la Vieja Tata, había caballeros y damas que dormían en la misma cama con una espada entre ellos para salvaguardar su honor, pero estaba seguro de que era la primera vez que un huargo ocupaba el lugar de la espada (Tormenta de Espadas, Jon II).

 Estando con Ygritte, Jon Nieve recuerda cuentos en que una espada impedía que doncellas y caballeros materializaran su deseo sexual. Si bien Jon se refiere a los cuentos de la Vieja Tata, George RR Martin realmente está haciendo alusión a un romance de nuestro mundo: Tristán e Isolda. 

Bajo la casita de verde enramada, tapizada de hierbas frescas, Isolda se echó primero. Tristán se acostó a su lado y colocó la espada desnuda entre sus cuerpos. Felizmente, no se habían quitado las ropas (…) Dormían así, uno de los brazos de Tristán bajo el cuello de su amiga, el otro abandonado sobre su hermoso cuerpo, estrechamente abrazados pero sus labios no se tocaban.

Contemplarse sin tocarse, amarse sin besarse. Por extraño que parezca, hubo una época en que este tipo de amor era el ideal. En la Edad Media, los matrimonios de la nobleza no eran uniones amorosas sino alianzas políticas. Los novios apenas se conocían y el amor entre ellos poco o nada importaba. Entonces, en el siglo XII apareció un cierto tipo de amor que sirvió de ruptura literaria y necesidad social. Sirvió para darle color a las insípidas relaciones de la corte.

Jaime y Brienne

Este amor fue conocido como el “amor cortés”. A partir del siglo XII, los caballeros ya no sólo conquistaban batallas, sino también el amor de alguna dama que, por supuesto, ya estaba casada con un hombre por el cual no sentía absolutamente nada. Como todo en el mundo caballeresco, el amor cortés también se transformó en una batalla, y “Canción de Hielo y Fuego” no podía quedarse sin sus exponentes:

Se puso en pie de un salto y la espada cobró vida en sus manos cuando le lanzó una estocada. Brienne dio un paso atrás y la detuvo, pero él siguió presionando y atacando. En cuanto detenía un golpe ya tenía encima el siguiente. Las espadas se besaban, se repelían y volvían a besarse. A Jaime le bullía la sangre (…)  

La danza continuó. La acorraló contra un roble, lanzó una maldición cuando se le escapó y la siguió al cruzar un arroyo medio seco lleno de hojas caídas. El acero brillaba, el acero cantaba, el acero gritaba y resonaba (…)

—Vamos, vamos, querida, la música sigue sonando. ¿Me concedéis este baile, mi señora?

Se abalanzó contra él con un gruñido blandiendo la espada, y de repente era Jaime el que tenía que impedir que el acero le besara la piel (…)

“Parece que nos hayan cogido follando, en vez de peleándonos” (Tormenta de Espadas, Jaime III).

En esta pelea entre Jaime y Brienne, las espadas bailan y se besan, el acero canta y grita, los espadachines danzan con pasos violentos. Es amor hecho batalla, tal como comienza el cortejo de un amor cortés.

Y, sin embargo, el cortejo nunca llega a concretarse. Las espadas se besan, pero los cuerpos no, el acero grita, pero no quien lo blande, pues concretar el amor cortés es un pecado. En una sociedad medieval altamente gobernada por preceptos cristianos, materializar el amor entre el caballero y su dama es una falta imperdonable y, por esta razón, es necesario que una espada se sitúe entre sus cuerpos para salvaguardar su honor.

Jaime le roba una espada a Brienne

De esta forma, el amor cortés debe su esencia a una actitud de abstinencia sexual. Este amor es netamente espiritual, y el primer paso para llegar al estado elevado del amor cortés es la idealización de la persona amada. Durante la Edad Media, los caballeros acostumbraban a comparar la belleza de sus amadas con el mismo paraíso. Era única e irremplazable.

“En ella, belleza y diginidad son iguales. Entré más observo los rostros de otras damas, mayor es mi convicción de que su hermosura lo adorna todo” 

De forma análoga, para Brienne la belleza de Jaime es tal, que solo es comparable con la de un dios:

En la casa de baños apenas se veía a través del vapor, y de esa neblina había surgido Jaime, desnudo como el día de su nombre, mitad cadáver y mitad dios. 

“Se metió en la bañera conmigo”, recordó con sonrojo (Festín de Cuervos, Brienne II). 

Para el caballero que ha caído en las garras del amor cortés, su amada no es una mujer ordinaria; no puede ser reemplazada por ninguna otra. Ella es la mujer de quien no es apropiado hablar mal, incluso si el caballero siente que su amor no es correspondido:

—El oso no era tan peludo como ese monstruo, os lo…

La mano de Jaime le golpeó la boca con tal fuerza que el otro caballero cayó rodando por las gradas (…)

—Hablais de una dama de noble cuna, ser. Llamadla por su nombre. Llamadla Brienne (Festín de Cuervos, Jaime III).

La amada es tan perfecta que los caballeros medievales la compararon con la mismísima Virgen María y, como tal, el caballero debía respetar su pureza. En última instancia, el amante se veía como el sirviente de una diosa todopoderosa del amor y, así, el amante cortés existía para servir a su amada. Como tantos otros aspectos medievales, el amor cortés también se vio influenciado por el feudalismo. El caballero era un siervo y le pertenecía a su amada.

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Por consiguiente, el segundo paso hacia el estado elevado del amor cortés es demostrar la propia valía para ganarse la aprobación de su amada. El amor se conquistaba poniendo de manifiesto las cualidades guerreras del caballero, las cuales estaban al servicio de la dama, ya fuera para rescatarla o para cumplir con sus designios. A este respecto, así como, por ejemplo, las cualidades caballerescas de Lanzarote, miembro de la Mesa Redonda, se exacerban al rescatar a Ginebra, el arco de redención de Jaime inicia cuando rescata a Brienne. Primero, Jaime tiene un sueño que sirve como un descenso heróico al inframundo. En éste, Jaime está en Roca Casterly y, al bajar a las profundidades, se encuentra con Cersei:

—Hermana, ¿por qué nos ha traído padre aquí?

—¿Nos? Éste es tu lugar, hermano. Ésta es tu oscuridad. (…)

—Quédate conmigo —le suplicó Jaime—. No me dejes aquí solo. —Pero se marchaban—. ¡No me dejéis en la oscuridad! (Tormenta de Espadas, Jaime VI).

Una vez su compañera sexual se marcha, detrás de él aparece Brienne con las manos unidas con gruesas cadenas. “Por favor, ser, tened la bondad”, le dice Brienne, alzando las manos.

“Con esta luz casi parece hermosa —pensó—. Con esta luz casi podría ser un caballero (…) 

Era tan alta y fuerte como la recordaba, pero a Jaime le pareció que en aquellos momentos tenía más formas de mujer (Tormenta de Espadas, Jaime VI).

 Cersei se marcha, Cersei lo abandona, Cersei se dirige a los abismos del inframundo. Brienne es quien ahora sostiene la luz de Jaime, Brienne es quien es hermosa ahora, Brienne es quien lo eleva. “¿Qué guardan aquí abajo, un oso?”, le pregunta Brienne en sueños, y Jaime no duda en volver a Harrenhal para salvarla del oso. Los caballeros muchas veces se referían a la amada como aquella que “los había criado” o de quien “habían nacido” espiritualmente. En efecto, Jaime, gracias a Brienne, renace luego de bajar a su inframundo, a su “oscuridad”.

Cersei y Jaime, por Hennin Ludvigsen
Cersei y Jaime, por Hennin Ludvigsen

De parte de Brienne, más que rescatar a Jaime, lo que ella hace es cumplir sus imperiosas órdenes, así sean tan irracionales como las que Ginebra le imparte a Lanzarote. Ya Brienne está sujeta a un vasallaje amoroso, ya su valor personal depende de la aprobación de Jaime, pues el único y profundo temor del amante cortés es ser indigno del amor de la persona amada. No importa qué desee Jaime, Brienne lo cumplirá.

Por lo anterior, los capítulos de Brienne en “Festín de Cuervos” son el camino hacia su conversión a un verdadero caballero. Para quien haya leído “El Caballero Errante”, en estos capítulos Martin descubre que Brienne es descendiente del Lord Comandante de la Guardia Real de Aegon el Improbable. En estos capítulos, Brienne adopta a Podrick como escudero. En estos capítulos, saca a relucir sus cualidades heroicas cuando protege a unos niños de siete villanos. Y, en estos capítulos, su “caballerosidad” o chivalry se intensifica al buscar a Sansa en nombre de Jaime. Quienes no le encuentran sentido a estos capítulos es porque tienen el foco sobre Sansa, mas estos capítulos son de Brienne. Se debe situar el foco sobre ella para percatarse de que, saber que es imposible que Brienne encuentre a Sansa, no hace sino acrecentar su amor cortés por Jaime.

“Guíame —rezó—, ilumina el camino ante mí, muéstrame la senda que me lleve a Sansa. —Les había fallado a Renly y a Lady Catelyn. No podía fallarle a Jaime—. Él me confió su espada. Me confió su honor”.

En “Festín de Cuervos”, Brienne demuestra todas y cada una de las cualidades del ideal de caballero medieval. Es acá donde, finalmente, Brienne arriba al estado elevado del amor cortés.

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Pero este estado está lejos de ser apacible. Tristán sufría el dilema de serle fiel a Isolda o al esposo de esta, el rey Mark. Lanzarote estaba entre la fidelidad hacia Ginebra o hacia el rey Arturo. Asimismo, Brienne le debe lealtad tanto a Jaime como a Catelyn o, mejor dicho, a Lady Corazón de Piedra. Al final de “Danza de Dragones”, con su corazón en conflicto, Brienne se dirige a donde Jaime y le pide que lo acompañe, pues supuestamente ha encontrado a Sansa. Jaime, atendiendo a los deseos de su amada, la sigue; pero en verdad, Brienne se dispone a entregárselo a Lady Corazón de Piedra. Por tanto, “Vientos de Invierno” es el libro en el que Brienne deberá decidir entre su amado y la mujer a quien ha jurado lealtad.

En el caso tanto de Tristán como de Lanzarote, dicho conflicto no tuvo solución. Ambos fueron expulsados de las tierras de sus reyes y su amor por Isolda y Ginebra no pudo consumarse en vida.

Así, moriríamos para estar juntos, eternamente unidos, sin fin, sin despertamiento, sin temor, sin nombre, rodeados del amor, entregados completamente a nosotros mismos para vivir solamente por el amor […] Tú, Isolda; yo, Tristán, ya no soy más Tristán, no Isolda; sin nombre, sin separación.

Tal vez…solo tal vez, el amor entre estos dos amantes que toman el papel de caballero y dama indistintamente, también se consume una vez el Desconocido cierre sus ojos. Tal vez…solo tal vez, Brienne no logre conciliar su corazón, así como tampoco lo lograron Tristán y Lanzarote. O, por el contrario, Jaime, como vasallo de Brienne, la salve una vez más. Al fin al cabo, Jaime y Brienne son la encarnación del amor ideal en “Canción de Hielo y Fuego”.