Seguimos esta serie de ensayos sobre inspiraciones literarias de George R.R. Martin que iniciamos la semana pasada obra de la periodista colombiana Juliana Vargas. En esta ocasión abordamos la historia de Cersei Lannister y uno de los más destacados personajes de la literatura universal: Macbeth, comparando su obsesión con las profecías.
Inspiraciones literarias de Canción de Hielo y Fuego (II): La Reina en cuyo espejo se refleja Macbeth
Ensayo obra de Juliana Vargas
Las novelas de George RR Martin se titulan “Canción de Hielo y Fuego” porque, precisamente, es una canción lo que hemos estado leyendo desde “Juego de Tronos” o, más propiamente, un cantar, es decir, una obra literaria propia de la Edad Media que narra las hazañas de algún(os) héroe(s). Como todo género literario, un cantar requiere de ciertos elementos: héroes que viajan en busca de sí mismos, batallas ensangrentadas, duelos heroicos, manifestaciones del más allá y, cómo no, también profecías.
Por lo general, las profecías se manifiestan mediante sueños o revelaciones divinas para demostrar la naturaleza excepcional de sus protagonistas y su misión providencial. Por ejemplo, al Mío Cid se le aparece el arcángel San Gabriel como una exclamación del mismo cielo, el cual lo consuela y le anuncia su glorioso regreso a Castilla.
En los cantares de gesta, la profecía es el elemento que marca el ritmo de la historia, es el impulso de la trama, es la bisagra que divide la narrativa en un antes y un después y “Canción de Hielo y Fuego” no es la excepción. La profecía es la causa del matrimonio entre Aerys y Rhaella, es la causa de la Rebelión de Robert, es la causa de la Guerra de los Cinco Reyes…y es la causa de Cersei Lannister.
Sin embargo, para Cersei, la profecía no se manifiesta en sueños o revelaciones divinas. No es un recurso para exaltar su naturaleza excepcional o para otorgarle un destino providencial. En Cersei, la profecía se manifiesta mediante fuerzas oscuras, exalta sus más oscuros demonios y le otorga un destino maldito.
Dentro de la literatura inglesa del siglo XVII, se encuentra un personaje análogo a Cersei: Macbeth, de William Shakespeare. En la obra de teatro del mismo nombre, tres brujas son las que marcan el ritmo de la trama. Es por medio de su canto y su labor profética que la obra empieza a andar. Las brujas ejercen dicha labor saludando a Macbeth utilizando los títulos que obtendrá en un futuro:
“¡Te saludamos, Macbeth, te saludamos, barón de Glamis!
¡Te saludamos, Macbeth, te saludamos, barón de Cawdor!
¡Te saludamos, Macbeth, te saludamos, que un día serás rey!”
De forma similar, a Cersei se le aparece la bruja Maggy la Rana, quien le concede una serie de profecías. Cersei se casaría con el rey, él tendría dieciséis hijos y ella tres, cuyas coronas y mortajas serían de oro; sería reina hasta que otra más joven y hermosa le quitara todo lo que le es querido y, cuando las lágrimas la ahoguen, el valonqar le rodearía el cuello blanco con las manos y le arrebataría la vida.
En ambos casos, las profecías moldean un nuevo Macbeth y una nueva Cersei desde cero. Acá, las profecías también actúan como la bisagra que divide un antes y un después en los personajes. Macbeth, quien antes era bastante cercano al rey Duncan, lo mata luego de que su esposa lo convence, y también persigue y mata a todos quienes puedan suponer una amenaza en su camino hacia convertirse en rey. Respecto a Cersei, el lector poco a poco va formándose una idea de su perfil, pero no es hasta leer las profecías que se percata de la razón debajo de esta personalidad.
Cersei es reina, pero una reina ahogada en la amargura. En efecto, se casó con el rey en lugar de con el príncipe. En efecto, él tuvo dieciséis hijos y ella tres. No es sorprendente que Cersei odie a Robert. ¿Si se tiene compasión por la diosa Hera por qué no tendríamos compasión por Cersei?
Cersei odia y teme a su hermano pequeño. Tyrion podría hacer de juglar, cantar, bailar, protegerla de enemigos, salvarla de dragones y hasta pararse de cabeza, y Cersei nunca le devolvería el cariño. Para ella él siempre será el “gnomo”, el “mono demoníaco”, aquel que mató a su madre, y seguramente morirá aún pensándolo.
Cersei, tal como Macbeth, está hambrienta de poder y también, tal como él, nunca está saciada. Incluso, como Macbeth, hará cualquier cosa para conseguir poder sin importar cuanta gente afecte, hiera o mate en el proceso. El fin último es ser la mujer más poderosa de Poniente por encima de los hombres que ella nunca podría ser. No obstante, esto no es mera ambición sino todo lo contrario. Con una madre muerta, un padre ausente, un hermano odiado y otro que es más un amor narcisista, a Cersei no le queda más que la seguridad del poder para sentirse protegida de los demonios que la han acechado desde su encuentro con Maggy.
Cersei ama a sus hijos hasta el punto de la locura, literalmente hablando. El correcto flujo del tiempo determina que los hijos sobreviven a sus padres, no al revés. Saber que tus tres hijos morirán frente a tus ojos es suficiente para volverte loco y este conocimiento afecta la crianza y el trato que Cersei le imparte a sus hijos. En especial con su primogénito, es sobreprotectora e indulgente.
Está tan aferrada a Joffrey que, inconscientemente, lo mima a lo largo de su vida y es incapaz de disciplinarlo. Parte de lo que Joffrey es se puede explicar por este trato y por la ausencia de una figura paterna. También, la reacción de Cersei al plan de Tyrion de enviar a Myrcella a Dorne muestra su pasional esfuerzo por proteger a su única hija. Le enfurece que vaya a casarse con un segundo Robert o con alguien aun peor, teme quitarle los ojos de encima y le aterra que muera en tierras lejanas. Es por esto que manda a uno de los mejores guardias reales a protegerla.
Por último, Cersei es tremendamente paranoica. Antes de la muerte de Tywin, lograba controlar esta falencia con algo de poder; pero, a partir del inicio de “Festín de Cuervos”, se deja llevar por la profecía como una vela al ritmo de una noche tormentosa.
“Está en los muros. Ha matado a nuestro padre, igual que mató a nuestra madre, igual que mató a Joff. —El enano también iría por ella. La Reina lo sabía: era tal como le había augurado la vieja en la penumbra de aquella carpa—. Me reí de la adivina, pero tenía poderes. Vio mi futuro en una gota de sangre. Vio mi sino”. Las piernas apenas la sostenían. Ser Boros fue a sujetarla del brazo, pero la Reina esquivó su mano. ¿Quién le garantizaba que no era una de las criaturas de Tyrion? (…) “Lo que necesito es sangre, no agua. La sangre de Tyrion, la sangre del valonqar” (Festín de Cuervos, Cersei I).
La Cersei de Festín de Cuervos es aquella que, por fin, despliega sus garras de leona para evitar las profecías de Maggy la Rana. Hace todo lo posible por cercenar el poder de los Tyrell, llena el Consejo Privado de incompetentes o aduladores y persigue a Tyrion hasta los confines de Asshai. Por la acción de Maggy, Cersei se convierte en aquella reina que, lo primero que hace al levantarse, es acudir a un espejo: «Espejito, espejito mágico en la pared, dime una cosa, ¿quién es entre todas las damas de este reino la más hermosa?»
“Sansa”, le susurró alguna vez el espejo. Como consecuencia, Cersei manipuló y humilló a Sansa. Hubo ocasiones en que Sansa le recordaba los tiempos en que ella aún creía en el príncipe azul. Cuando ello ocurría, algún consejo le daba, pero venía salpicado de veneno. Otras veces, simplemente disfrutaba con su miseria, pues una Sansa debilitada no podía ser aquella doncella más joven y hermosa que le quitara todo lo que es querido.
Fue la doncella de la propia Cersei la que le arregló las uñas y le cepilló y le onduló la melena color castaño rojizo. También le llevó una docena de los perfumes favoritos de la reina (…)
—Los dioses han sido generosos contigo, Sansa. Eres una muchachita preciosa. Casi me repugna desperdiciar una inocencia tan dulce en esa gárgola (Tormenta de Espadas, Sansa III).
Ahora, el nombre que el espejo le susurra es “Margaery”· y, por tanto, Cersei no hace sino buscar la forma de neutralizarla y alejarla del único hijo que le queda al alcance. En Cersei, George RR Martin le dio un trasfondo a la Reina malvada de Blancanieves.
En suma, así como las tres brujas de Macbeth son las responsables de todo lo que ocurre en la obra de Shakespeare, la predicción de Maggy es la responsable de cada línea, pensamiento y acción de Cersei a lo largo de “Canción de Hielo y Fuego”. Las acciones de Cersei prueban tener consecuencias para los Tyrell, Tyrion y otros, pero solamente ella sabe las razones tras ellas. Irónicamente, a lo largo de Festín de Cuervos, Cersei no se está dando cuenta que está propiciando su propia caída. Los Tyrell adquieren poder gracias a que intenta que se juzgue a Margaery, tener una corte tan pobre en términos políticos es entregarle Desembarco del Rey a Griff en bandeja de plata, y tanto odio hacia Tyrion resintió el alma de su hermano hasta tal punto que, pronto, Cersei sentirá el odio de vuelta en forma de cenizas en la boca.
La tragedia de Cersei reside en la pérdida del libre albedrío, pero no porque la profecía sea un destino del cual sea imposible zafarse, sino porque Cersei decide, libremente, creer en ella e interpretarla a su manera. Si hubiera decidido no creer en ella o simplemente ignorarla, su relación con Tyrion tal vez habría sido cordial en la adultez, quizá Joffrey no se hubiera convertido en un monstruo, de pronto su padre seguiría vivo y su toma de decisiones sería mucho más concienzuda. Cersei es la única artífice del caos que ella misma está sufriendo.
Así, Cersei, al igual que Macbeth, es una exploración que dramatiza los efectos psicológicos y políticos producidos cuando el mal es elegido como una vía para satisfacer la ambición. Un mal que, por efectivo que sea en ciertos momentos, no será capaz de evitar el destino de los personajes por mucho que hagan y deshagan, afectando no solo a quienes los rodean, sino también sus propias almas. Para estos personajes, el destino está escrito y, por más que piensen en ello, jamás podrían interpretarlo de forma correcta. En el caso de Macbeth, este destino le fue anunciado mediante cantos adicionales de las brujas:
“Ningún hombre nacido de mujer
De Macbeth podrá ser el vencedor (…)
Macbeth seguirá invicto y con ventura
Si el gran bosque de Birnam no se mueve
Y, subiendo, a luchar con él se atreve
En Dunsinane, allá, en la misma altura”
“Eso jamás será, ¿quién puede alistar el bosque, mandar los árboles a que suelten su raíz sujeta a la tierra?”, pregunta Macbeth, y sus enemigos toman ramas del bosque para avanzar y disimular el número de sus soldados. “¿Quién es el que no ha nacido de mujer? A ése es a quien he de temer y a nadie más”, vuelve a preguntar, y Macduff, quien salió del vientre de su madre ya muerta, es quien finalmente le arrebata la vida.
La manera en que las profecías de Maggy se desencadenarán será análoga a las de Macbeth. Cuando la muerte de sus hijos sea en parte por su culpa, como ya ocurrió con Joffrey; cuando el espejo no sea capaz de prevenirla contra una doncella más joven y bella; cuando Tyrion sea parte de su perdición; cuando el valonqar sea quien ella menos se espera, de lo que más se arrepentirá Cersei será de haber rechazado el gran poder y tranquilidad que puede conferir el libre albedrío, aquel que ella despreció la vez que estuvo frente a una maegi.