Hace un mes os planteamos una teoría muy interesante: ¿podría ser Fantasma, el lobo huargo de Jon Nieve, un nuevo – y breve – punto de vista en Vientos de Invierno?. No solamente eso, sino que os invitamos a que escribiérais cómo sería uno. Pues bien, hoy os traemos la primera versión – habrá más – del lector de Los Siete Reinos y amigo Bautista Torres Mambrín.

El lobo blanco, por Bautista Torres Mambrín.

Sintió el dolor del acero penetrando su piel, el frio de la noche invernal y el miedo de estar solo, «Jon». Fue lo último que escucho 

Al despertar volvía a estar atrapado en la madriguera humana- había intentado mil veces romper el pedazo de madera con el que los humanos cerraban la entrada de sus madrigueras, pero era imposible quebrarla. Sabia que algo muy malo estaba pasando, lo sabía desde que volvió al muro, se lo decía el viento, la luna y los árboles. Los lobos suelen saber cosas que los amos humanos no, pero estos rara vez entienden las advertencias. 

Sus sentidos estaban aturdidos, pero aun así podía escuchar todo lo que pasaba afuera- escuchaba los gritos de humanos y humanas, incluso del hombre montaña que era tan grande que hacia parecer a los temibles osos como pequeños cachorros. Entre todos los ruidos pudo distinguir los pasos de un humano cada vez más cerca de la madriguera.

Al principio pensó que era su amo volviendo para liberarlo, pero su olor era muy diferente al de su amo- su pelaje se erizo, sus patas se pusieron en posición de ataque y sus dientes se prepararon para lo que fuera que estuviera por entrar. Al abrirse la madriguera una sensación de calma invadió su cuerpo, la exótica figura de color rojo sangre lo observo con una sonrisa entre perturbadora y amigable. 

Melisandre y Jon, por Justin Sweet

Sabía que estarías aquí pese a que ni siquiera aúllas, ya entiendo por qué él te llamo Fantasma. La mujer se acercó lentamente a él y le agarro del hocico.

-Mi dios R´hllor esta decepcionado de mí, estoy segura, el me advirtió de la traición a lord Nieve y de las complicaciones que iba a tener Stannis en su camino a Invernalia. Yo debí entender mejor sus mensajes divinos, yo debí comunicarlos mejor, yo debí ser una verdadera soldada de la luz-

Los ojos de la humana se clavaron en los suyos y durante un momento pudo ver como quería llorar. 

-Pero en vez de eso solo fui una fracasada, pero todo eso es parte del pasado y yo debo pensar en el futuro.

Acaricio su pelaje con sus finos dedos y dijo.

-Tu eres parte de ese futuro bestia albina, aun no sé por qué, pero eres importante.

Melisandre by jezebel on DeviantArt

La humana giro rápidamente su cabeza hacia el lado de la entrada a la madriguera advirtiendo que algo malo iba a pasar

-¡Vete, vete ahora que puedes, corre hacia el bosque y no vuelvas hasta que yo encuentre la forma de traerte, ve! 

Por alguna razón los incomprensibles sonidos humanos esta vez le parecían comprensibles y obedeció a la humana color sangre y fuego. Corrió tan rápido que no pudo distinguir las figuras de los humanos que se cruzó en su huida, pero si sus olores, olio su sangre, su miedo, pero sobretodo su olor a muerte.

Al llegar a lo profundo del bosque, donde no podía oler ni escuchar a los humanos, se sentó en un claro y aulló a la luna. Él no era la clase de lobo que aullaba, pero esta noche algo cambio dentro suyo, todo era distinto y a la vez igual. Aulló durante muchas horas, a veces por él, otras por su amo, a veces por ambos. 

La luna se ocultó y salió varias veces, cuando reinaba el sol el casaba, rastreaba, olía, corría y mataba. El sabor de la sangre de los conejos y otras presas lo hacía sentirse indomable, nunca se sentía triste ni solitario. Pero cuando reinaba la hermosa luna, lo único que lo calmaba era aullar hasta dormir. Cada noche la luna tenía una cara distinta, unan noches veía a su amo, otras a sus hermanos de camada, y otras a los amos de sus hermanos de camada.

Por guillemhp en Devianart

Sin importar que cara llevaba la luna el sentía un dolor imaginable, cuando se cansaba de aullar se acostaba y miraba los restos de la presa de ese día, esta vez era una cría de venado. Los ojos inocentes y llenos de miedo de la presa, incluso ya muerta, le recordaron a los ojos de un humano que el llego a querer casi como si fuera uno de sus hermanos de camada. La tristeza de recordar cuando lo puso en un gran pez de madera y lo vio cruzar el gran lago que no se puede beber le dieron ganas de volver a aullar pero ya estaba muy cansado y se acostó. 

En sus sueños no era lobo, se veía como humano, pero no estaba cubierto de pieles como los humanos. Se encontraba de rodillas enfrente de un árbol blanco con hojas rojas, el árbol le decía que debía seguir, que su tiempo acabo. Le dije que no, como siempre lo hacía, pero esta vez era distinto: una luz lo cegó. Al despertar la luna había sido devorada por un gran lobo negro, a el le gustaba pensar que el cielo era como un gran lobo, cuando estaba feliz era blanco, cuando estaba triste era gris, pero hoy era negro, eso significaba que estaba enojado. 

Cuando el lobo celestial se enoja, muestra sus colmillos azules con los lagos y aúlla tan fuerte que asusta a bestias y humanos por igual. Él sabía que cuando el lobo de los cielos se enoja lo mejor era esconderse, pero tenía demasiada sed así que ignoro al gran lobo y se dirigió al estanque más cercano, cuando se acercó al agua, pudo ver su blanco reflejo, sus cuatro patas, su pelaje albino, su hocico y sus ojos rojos sangre. El no quería verse así, quería que su pelo se cayera, que su hocico se achique y que ojos se oscurezcan. El no quería verse como un humano, él quería verse como su amo.

Antes que pudiera hacer cualquier cosa, un colmillo del gran lobo cayó en un árbol solitario. Su aullido fue tan fuerte que casi lo deja sordo. Cuando recupero sus sentidos se acercó al vetusto árbol y observo maravillado como de su tronco empezó a brotar una hermosa flor roja. 

El Muro y lo que hay más al norte

Era el fantástico fuego, los humanos lo usan para iluminar sus madrigueras durante las noches, calentar sus comidas, y desde que apareció la humana de rojo, para matar a otros humanos. Lo raro no era verlo, sino verlo de forma salvaje. El sabía que el fuego podía nacer en el bosque sin ningún humano cerca pero nunca lo había visto. La bella flor creció hasta ser del tamaño del árbol, el calor de su llama lo atraía más que el aroma de la sangre. Cuando estuvo tan cerca que solo podía oler la madera quemada, el fuego empezó a toma varias formas, unas más extraña que la otra, hasta que se transformó en una maraña de pelo rojo.

Por unos momentos pudo ver el rostro de que cada humana de pelo rojizo que alguna vez conoció: la primera cara era hostil, con una ojos azules llenos de aversión hacia él. La segunda cara era más joven, más salvaje con una mirada llena de amor pero también de pena. Y la ultima, que era la del pelo más rojo, fue la única que el reconoció completamente. Los ojos de la mujer lo observaron de arriba a abajo y dijo:

Vuelve lobo, es la hora.

Por alguna razón el entendió lo que la humana de sangre le dijo, y corrió, corrió tan rápido como un lobo puede correr. 

Durante su viaje nocturno solo pensó en una única cosa, en aquel gigante muro, tan grande como una montaña. Él había visto los muros de la antigua madriguera de su amo, pero eran poco mas altos de un árbol y del color de la roca. Pero el muro al que se dirigía era mucho más alto y del color del agua helada, de la nieve y del invierno. Antes de poder oler o escuchar a los humanos, sus ojos rojos vieron algo increíble. El sol había salido en plena noche, pero no era el sol, era una gran llama, más grande que la que acababa de ver esta noche. No sabía porque pero algo en su interior le decía que al lado de esa llama estaba la mujer que lo llamó.

Los humanos se dieron cuenta de su presencia, tarde como siempre hacían, algunos gritaron su nombre, otros solo miraron y unos pocos tuvieron el valor de intentar detenerlo. Los ignoro a todos, su destino era claro, debía subir por aquel muro de hielo. Y la única forma era a través del camino de madera. Sabía que una parte había sido quemada pero los humanos negros la estaban reparando noches tras noche, si la luna estaba de su lado, él podría escalar hacia la cima.

Al llegar a la base la imagen de la enorme subida que lo esperaba lo detuvo por un segundo, pero ya había llegado muy lejos, y aunque cada vértebra de aquella gigante espina dorsal de madera parecía más larga que la anterior. Su espíritu animal sometió a su tenue miedo, troto audazmente parte por parte. Cuando al fin llego a la cima el viento nocturno era tan bravo que hubiera precipitado a su muerte a cualquier otro lobo, pero el no era un lobo cualquiera  

Cerca de la gran llama había un grupo de humanos negros, todos estaban paralizados: aquel miedo le recordó a algunos conejos que al no saber cómo huir de su destino simplemente se quedaban quietos esperando quizás por un poco de piedad. Pasó entre aquellos conejos negros sin que siquiera se percatarán de el. 

La humana de fuego bailaba y cantaba, en una lengua aún más indistinguible de lo usual. A su lado un cuerpo estaba tirado en el piso tapado casi completamente por una piel de animal, intento acercarse pero antes de pudiera ver su rostro la humana susurro algo que hizo que todo su cuerpo se convulsionara. Su pelaje se erizo, sus músculos se tensaron, la saliva salía de su boca salió a raudales, cerró sus ojos sin miedo. 

Al abrirlos otra vez pudo sentir como sus pulmones volvían a respirar, sus heridas volvían a doler y su corazón volvía a latir. «Jon» Fue lo primero que escucho.