Las descripciones de George R.R. Martin sobre diferentes lugares son con frecuencia un reflejo de las situaciones de los personajes que los contemplan. En este ensayo obra de Duncan Hubber en Tower of the Hand analizamos unos de los pasajes más bellos, poéticos y proféticos de Canción de hielo y fuego: el paso de Catelyn y Robb Stark por las ruinas de Piedrasviejas. Y descubrimos en él el eco del pasado en el presente de la obra.
Contemplando las ruinas de Piedrasviejas
La secuencia en que la hueste de Robb Stark pasa por Piedrasviejas en su marcha hacia los Gemelos es para mí uno de los momentos más poderosos e inquietantes de toda la saga. Aunque el capítulo (Catelyn V, Tormenta de Espadas) es bastante ligero en cuanto a contenido narrativo, básicamente una transición entre localizaciones, las descripciones del entorno de George R.R. Martin generan un tono de presagio opresivo y reúnen temas cruciales de mortalidad y destino.
Aún recuerdo el estremecimiento que me recorrió cuando Catelyn va avanzando por las ruinas del castillo, con las lluvias otoñales cayendo sobre sus antiguos muros, la manera en que su soledad y decadencia reflejan su propio psique; gira una esquina y encuentra a un Robb sin corona acariciando a su huargo mientras mira la tumba del rey Tristifer. No es al legendario Joven Lobo al que se encuentra, sino a su hijo adolescente teniendo un momento para sí mismo. Me preguntaba cómo HBO lo iba a adaptar: podía visualizar la nieba, la escasa luz y crecientes sombras, oír el suave sonido de la lluvia y unos violines cuando madre e hijo se reunieran. Al final no apareció por pantalla, pero eso es mayor motivo aún para hablar sobre ello.
La escena ilustra a través de la arquitectura la manera en que los personajes viven en las sombras del pasado, pero también lo difícil que es entenderlo. Piedrasviejas fue antaño una poderosa fortaleza, pero los siglos han hecho que crecieran las hierbas y gradualmente fuera desmantelada por el pueblo llano que tomó sus piedras para sus propias casas. De la misma manera, el tallado de la cara de Tristifer ha sido deteriorada por su exposición a los elementos. El sepulcro es el foco de la contemplación de Robb, ya que el joven rey quería aprender algo del antiguo rey, pero su cara apenas es ya distinguible de la roca y su expresión final es imposible de discernir. En su lugar, Robb pregunta a su madre, y Catelyn cuenta la historia de Tristifer de la Casa Mudd, Rey de los Ríos y las Colinas, que ganó 99 batallas contra los invasores ándalos, pero fue asesinado en la número 100 y su casa fue extinta. “Su heredero le falló”, lamenta Robb.
La revelación parece casi profética: Robb también ha fallado a sus ancestros, si termina siendo el último de la linea Stark. Invernalia, una vez llena de vida y risas, ahora está abandonada, una desolación quemada acumulando nieve: es unas Piedrasviejas en proceso. Como Tristifer, el destino de Robb ya ha sido decidido, sea por la voluntado de los nobles, los dioses, la naturaleza y el diseño del autor, está ya grabado en piedra.
Sabiendo hacia donde se dirigen, el capítulo parece una marcha fúnebre, con Catelyn y Robb siendo llevados a su tumba. Los movimientos norteños son lentos y la moral triste. A través de ellos, Catelyn describe los cielos grises y la incesante lluvia que cae:
Los estandartes están empapados, y los hombres se arrebujan en sus capas. Apenas si hablan unos con otros. Solo una lluvia funesta nos helaría los corazones cuando más necesitamos que ardan con calor.
Estos son los soldados que han estado junto a Robb desde que marchó de Invernalia, han peleado duro y perdido mucho, y ahora que los Lannister han triunfado y el norte ha sido conquistado, marchan hacia un futuro incierto. Su humor queda capturado en el paisaje de las Tierras de los Ríos, marcado por ciénagas dispuestas a tragar a los incautos y tierra blanda que se hunde bajo los pasos de los caballos. El mundo mismo parece devorar la mente de los personajes, martilleando sus fuerzas con espadas de agua helada, ocultando sus esperanzas tras una cortina de niebla.
Se ven forzados a abandonar su ruta inicial sobre el Forza Azul por los desbordes del río que hace que los puentes desaparezcan. Así que la elección desaparece, las columnas son embutidas hacia otro lado por la mano de la naturaleza, forzados las circunstancias, doblandas y encajonadas hacia el altar del sacrificio que les espera en los Gemelos. No hay otra opción más que marchar. Si miran atrás están perdidos. Martin traza un paralelo entre el inevitable destino de la Casa Mudd y la Casa Stark. De hecho, la blanda tierra que parece querere tragarles da la impresión de ser los condenados Mudd intentando arrastrar a los norteños al infierno.
De manera interesante, Catelyn se da cuenta de que el camino les lleva a pasar junto al Bosque Susurrante; sin embargo, ese bosque que una vez estuvo lleno de energía y pasión en el primer libro, el lugar de la primera gran victoria militar clave de Robb, ahora es testigo de huesos desparramados y armaduras oxidadas. De nuevo, el entorno refleja el estado mental de los personajes, ya que Catelyn recuerda el aire caliente y el verde follaje que había decorado su previa visita, conectada con la esperanza de rescatar a Ned que les había provocado; contrastado con ello están los ríos crecientes, los pesarosos marrones y las ramas desnudas de su actual visita, con sus esperanzas caídas con las hojas otoñales.
Catelyn reflexiona mucho sobre el pasado en este capítulo, y en varios momentos se pregunta qué vida tendría si varios eventos hubieran sucedido de manera distinta. ¿Y si Jaime Lannister hubiera asesinado a Theon Greyjoy en lugar de los hijos de Lord Karstark? ¿Y si ella hubiera sido más marcial, como las mujeres Mormont? ¿Y si se hubiera casado con Brandon en lugar de con Ned¿ Ella y su hijo vuelven a trazar su ruta de vuelta al norte, y cada uno piensa en los caminos que no han tomado, que están cerrados para siempre para ellos ahora.
El capítulo termina de alguna manera de forma optimista, con la noticia de la muerte de Balon Greyjoy y el plan de Robb para reconquistar Foso Cailin. De repente, los norteños pueden ver un atisbo de un final feliz tras la niebla. Sin embargo, es un cruel espejismo, un hecho que el lector podría entender hasta en su primera lectura, ya que ha sido testigo de la profecía de Melisandre sobre las muertes de los reyes usurpadores y sabemos que Balon fue la primera sanguijuela arrojada a las llamas. Y por supuesto, en relecturas, sabemos que Robb será traicionado y asesinado en sus dos próximos capítulos. Es el único camino que puede tomar.
La lluvia sobre Piedrasviejas evoca los famosos versos de las Lluvias de Castamere: “Y ahora las lluvias lloran en su salón con nadie que las escuche”. Y aún así, aunque los Lannister recitan la canción como un cuento para advertir a otras cosas que se atrevan a oponerse a ellos, también trae temas existenciales de la saga. Todas las furiosas batallas y emocionantes viajes, las pasionales uniones y amargas traiciones, las refulgentes fortalezas alzándose y cayendo: nada de eso importa al final, todo se desvanece, y es reclamado por las hiedras y el silencio sobre ellas. El gran juego de tronos al que cada personaje dedica su vida y honor es solo un vano intento de alejar la maldición mortal que afecta a plebeyos y reyes por igual, para grabar un sentido a algo ajeno a nosotros mismos, algo que sobreviva a la carne que nos enterrará.
Pero Piedrasviejas se alza como un testimonio que burla esos intentos. Su gran salón está vacío. Sus altos muros se han convertido en polvo o son parte de edificios menores. El nombre de su rey y su cara han desaparecido. Por cualquier poder que tuviera, la propia vida de Robb parece inmaterial ante las corrientes de la historia, constantemente marcada por eventos y tradiciones pasadas, subsumidos en la representación antes de que apenas tuviera la oportunidad de vivirlo. Catelyn ofrece un elocuente resumen de lo que podría ser la moral de toda la saga: “somos todos canciones al final, si llegamos a tener suerte”.
Catelyn parece desarrollar una conexión espiritual con Piedrasviejas. Recuerda visitar las ruinas con Petyr Baelish de niños y pretender ser Jenny llevando flores en su pelo. Así que, a pesar de su lúgubre historia, es un lugar para la frivolidad jovial, cuando Catelyn tenía toda su vida por delante, cuando podía caer en fantasías románticas e imaginar todas las cosas que podría ser y hacer. Entonces los caminos parecían sin fin, pero al madurar, le casaron y obligaron a irse de allí, fue testigo de la guerra y dio a luz, y entonces muchos de esos caminos habían desaparecido.
En este capítulo, Piedrasviejas toma un humor mucho más sombrío, ya que se convierte en lugar de la última interacción personal de Catelyn con su hijo. Sin Ned ni sus otros hijos, Robb se ha convertido en la cosa más preciada de su vida, y ella sospecha que si no se ve forzada a ser fuerte por él, su dolor le volvería loco. Al final del primer libro, Catelyn hace un ruego desesperado para evitar la guerra, pidiendo a los otros lores que Robb pueda volver a salvo a Invernalia, para vivir su vida, besar a una chica, casarse con una mujer y tener un hijo. Pero el chico que encuentra en Piedrasviejas no es el que ella deseaba: él tiene el peso del mundo sobre sus hombros, y cualquier inocencia que tuviera en la primera novela ha desaparecido por las masacres que ha sufrido y promulgado.
Piedrasviejas aparece una última vez, en el epílogo del tercer libro, cuando Merret Frey es conducido allí para ser ahorcado por Lady Corazón de Piedra como venganza de la Boda Roja. El hecho de que Catelyn vuelva a Piedrasviejas tras su muerte es indicativo de su importancia. Ella parece un fantasma volviendo a representar los momentos finales de su vida o intentando arreglar algún error fatal.
En un sentido, Piedrasviejas fue la encrucijada final para Catelyn, la última vez que pudo haber convencido a Robb de tomar una elección distinta o hacer ella misma algo diferente, y su fallo tuvo errores devastadores. Me pregunto si Lady Corazón de Piedra quiere volver allí para intentar de alguna forma cambiar el pasado, o quizás quería honrar la memoria de Robb sacrificando a sus enemiigos en el altar del Rey Tristifer. Incluso el nombre Corazón de Piedra parece que viene de Piedrasviejas. Como el pueblo llano, Catelyn tomó una pieza del castillo con ella. Lo puso en el agujero donde había estado su corazón.